Querer y emocionar. Siempre (que puedo) empiezo los encargos poniendo atención en estas dos palabras. El principio y el fin. Antes de empezar, cuando todavía hay silencio, no hay normas establecidas y el vacío ocupa todo el espacio; la dedicación debería ser exclusiva para profundizar en las pequeñas intenciones. Para mí, tener una intención es querer y querer es la voluntad de hacer, de desear, de descubrir, de pasar a la acción. El fin es percepción, sensación, emoción, marca, vínculo.
Cuando todos los sentidos se centran en definir la intención y la emoción, los primeros pasos para empezar a construir aquello que tienes entre manos resultan más sencillos, el ritmo y el tiempo de trabajo adquieren otro significado, y la relación entre cliente-diseñador se vuelve más auténtica, más cercana. Empezar situando las necesidades del cliente final en la intención es mi forma de conectar con todo lo que vendrá más adelante, es la clave para resolver los requisitos de marca, para diseñar honestamente y para no perder jamás el rumbo.
Observa tus raíces y su sentido más profundo. Descubre las necesidades de tus clientes. Escucha tu voz. Deja de soñar con resultados memorables y exitosos. Confía en la huella que dejas cuando pisas, en el amor que sientes hacia tu propósito, en la emoción del vacío antes de empezar. Piensa en aquellos que buscan lo que tú tienes. Conecta con ellos. Viaja al principio de un nuevo mundo. Quiere y emociona al máximo; al elegir una tipografía, al crear un catálogo, al plantear tus servicios o al diseñar la web. Convierte lo ordinario en extraordinario.